martes, 22 de julio de 2008


Las obras de Borowczyk siempre me han resultado perturbadoras. No como películas en sí, pero sí muchas de sus escenas aisladas: Desde algunas narraciones visuales contenidas en "cuentos inmorales" a "Tres mujeres inmorales", pasando por "La bestia" o "Interior de un convento", entre otras. Me pasa justo lo contrario con las películas de Pasolini: aborrezco ver sus escenas de sexo, pero sin embargo en su conjunto sus obras me parecen también perturbadoras.

Soy de la opinión de que la plasmación del sexo en las distintas expresiones del arte tiene que resultar transgresora: que remueva la conciencia del espectador, que consiga enfrentarle a sus fantasmas interiores, que despierte a la bestia que todos llevamos dentro pero no para hacerla aflorar a la superficie, sino para conocerla mejor y permitir tenerla siempre bajo control.

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